miércoles, 13 de febrero de 2013

Como no sabía sobre qué escribir.

Hoy de repente me ha dado por meterme en mi blog, en este blog al que últimamente no acudo con frecuencia. Tengo trece entradas, hoy un día trece de febrero. Eso para mí que soy pelín supersticioso es una bicha de muy mal fario.
Me pongo manos a la obra porque esto no puede quedar así y como no sé sobre que hablar, dejo que las cosas fluyan sin pensar. Escribir por escribir es como fantasear en una bañera mirando al techo.

Muchas veces he pensado el porqué de mi superstición. Soy una persona con formación científica que no debería creer en esas cosas y me he dado cuenta de que realmente no sé si creo o no, me he percatado que en lo de la superstición soy también agnóstico.

Puede que estos pequeños miedos y estos pequeños ritos sean un vínculo con esa niñez mágica que me niego a abandonar.

Como ya no me apetece escribir más, esto queda así.

jueves, 17 de enero de 2013

La gente perro



Los que hemos tenido la desgracia de nacer en el año del perro como yo.
Quizás estamos abocados a mantener una perruna existencia, al menos en mi caso.

De tal manera que:



Al primero que nos hace caso, moviendoles el rabo nos vamos detrás.

 A éstos le somos fieles para siempre.

Si vemos a alguien que creemos está  en peligro, nos empecinamos en salvarlo desgañitándonos en el intento, aunque no lo necesite.


                                                                  
Somos capaces de recibir patadas sin despeinarnos y no guardar ningún rencor.




Y morimos de tristeza si la persona amada desaparece.

 No sabemos estar solos.

 Somos capaces de defender lo que queremos hasta sus últimas consecuencias.                             

 Y podemos querer aunque no nos quieran.



Pero ojo, si nos encontramos abandonados y para nosotros no existe ninguna esperanza, nos podemos transformar en lobos malos, generando sufrimiento y destrucción.




miércoles, 16 de enero de 2013

El duelo continúa.

Hoy ya son tres años.

Parece que me he quedado clavado y no sólo lo parece, sino que es una realidad.

En estos tres años no he avanzado absolutamente nada, no estoy deprimido, estoy triste, muy triste.

He pensado mucho, no sé si los buenos recuerdos de mi padre sólo son buenos recuerdos o es que realmente no existen los malos y si existieran a mí no me han dejado ninguna huella.

He pensado en la gran paternidad de mi padre y la he comparado con la mía, me parece que no hay parangón, él gana por un millón de vueltas de ventaja.

Y me pregunto si yo se lo puse fácil para ser un gran padre o él, que lo era, consiguió que yo se lo pusiera así.

¡Macho, que grande eres!

.