miércoles, 11 de febrero de 2009

De las hormigas y las mariposas.

En muchas ocasiones he pensado esto.



Yo desgraciadamente no tengo fe. Me fue arrebatada en aras de la estupidez a la edad de trece años.


Como todo descreído, a lo largo de mi vida he intentado recuperarla, pero de momento no lo he conseguido. El porqué de esa búsqueda es evidente: si no tenemos trascendencia ¿qué somos sino meras hormigas moviéndonos por el mundo en un desesperado intento por sobrevivir, por llegar lo más lejos posible?



Por otro lado, me consuelo pensando en la matemática del caos, y pienso en el aleteo de la mariposa que provoca un huracán. Quizás nuestra vida deba ser simplemente una sucesión de aleteos de mariposa. Esto es un gran consuelo para un descreído como yo.



Si al leer esto han bostezado, me gustaría creer que han sido inducidos por las fotos. Una de las cosas de las que estoy seguro es que somos una cajita de reflejos condicionados.

Aquí volvemos a ser hormigas, pero quizás nuestro bostezo haya producido un ciclón en Madagascar.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Esto se hunde ¿Hay quien lo pare?


Bien, ya sabemos más o menos de qué va esto.

Tenemos una noción aproximada de lo que se nos avecina.

Todo eso esta muy bien, pero ¿qué estamos haciendo para intentar remediarlo?
Hablar, hablar y hablar. Claro, que después podremos decir - Eso lo dije yo hace tanto en tal sitio.

Y mientras tanto, el duelo continúa, el duelo de brazos caídos, de esperar que alguien mueva ficha. Hasta ahora ha funcionado, las cosas se han solucionado “solas” (nadie se acuerda de los emigrantes de este país, ni del pluriempleo ni de los sacrificios que la gente hizo para levantar esto, ni de...)

Esta vez lo veo difícil, pues entre otras cosas:

1- Hemos perdido el espíritu de sacrificio.

2-No tenemos ganas de trabajar.

3-Arrastramos un gran lastre (cargos políticos, exceso de funcionariado, autonomías...)

4-No hay nadie que nos ponga sobre la mesa una idea, un camino, una meta.

Creo que visto así quizás no haya solución y sea mejor que nos hundamos. Es posible que necesitemos pasarlo mal para poder recuperar algunos valores, y redefinir lo que somos y queremos ser. Un borrón y cuenta nueva de verdad treinta y cinco años después.

¿Hay alguien que lo tenga claro?

Lo único que me da miedo es que las ratas se queden (en el fondo, siempre se quedan o vuelven)

martes, 3 de febrero de 2009

En picos, palas y azadones, 100 millones


Qué tiempos aquellos en que las cuentas salían -sigo nostálgico, será la vejez que se ceba conmigo haciéndome poseedor solo de buenos recuerdos, o quizás estoy libre de amargura y es la clarividencia de la perspectiva lo que me hace advertir de los peligros que nos acechan.

Solamente un idiota es capaz de no percibir el movimiento (al fin y al cabo, nos movemos a 1700 Km/h sobre el eje de nuestro planeta y a 30 Km/sg alrededor del sol, aunque visto lo visto es probable que algunos quieran hacernos pensar que es el sol el que lo hace a nuestro alrededor, nosotros quietecitos), de dar por sentado lo evidente y no nota los matices.

Las cosas están cambiando desde hace unos años. Hay personas que lo preveían pero se han quedado -o nos hemos quedado- de meros espectadores. Como cuando un hecho terrible, inusitado y traumático sucede a tu lado, y tú no reaccionas. Aunque eso sí, por lo menos sabes que ha pasado, que va a pasar, que está pasando -algo es algo- y tú sigues sin reaccionar. Se podría decir: los cambios son necesarios, son buenos.
Y gente tremendamente preparada sigue boquiabierta su evolución, y nunca llega, y nos sentimos llenos de vergüenza ajena e incredulidad, y sigue sin llegar una mejor educación, una mayor cultura, un mayor respeto por la libertad, una sociedad de iguales, de auténticos ciudadanos. Muchos perdemos la percepción de la realidad con esas elevadas ideas.

¿Qué cara se le quedaría a D. Fernando? Probablemente la misma que a nosotros, pero al menos D. Gonzalo le consiguió Nápoles. Ahora en las cuentas nos dan mucho menos por mucho más. Y a este pobre país ya nadie le da nada y muchos le van quitando el espíritu, el conocimiento y la cartera.