martes, 3 de febrero de 2009

En picos, palas y azadones, 100 millones


Qué tiempos aquellos en que las cuentas salían -sigo nostálgico, será la vejez que se ceba conmigo haciéndome poseedor solo de buenos recuerdos, o quizás estoy libre de amargura y es la clarividencia de la perspectiva lo que me hace advertir de los peligros que nos acechan.

Solamente un idiota es capaz de no percibir el movimiento (al fin y al cabo, nos movemos a 1700 Km/h sobre el eje de nuestro planeta y a 30 Km/sg alrededor del sol, aunque visto lo visto es probable que algunos quieran hacernos pensar que es el sol el que lo hace a nuestro alrededor, nosotros quietecitos), de dar por sentado lo evidente y no nota los matices.

Las cosas están cambiando desde hace unos años. Hay personas que lo preveían pero se han quedado -o nos hemos quedado- de meros espectadores. Como cuando un hecho terrible, inusitado y traumático sucede a tu lado, y tú no reaccionas. Aunque eso sí, por lo menos sabes que ha pasado, que va a pasar, que está pasando -algo es algo- y tú sigues sin reaccionar. Se podría decir: los cambios son necesarios, son buenos.
Y gente tremendamente preparada sigue boquiabierta su evolución, y nunca llega, y nos sentimos llenos de vergüenza ajena e incredulidad, y sigue sin llegar una mejor educación, una mayor cultura, un mayor respeto por la libertad, una sociedad de iguales, de auténticos ciudadanos. Muchos perdemos la percepción de la realidad con esas elevadas ideas.

¿Qué cara se le quedaría a D. Fernando? Probablemente la misma que a nosotros, pero al menos D. Gonzalo le consiguió Nápoles. Ahora en las cuentas nos dan mucho menos por mucho más. Y a este pobre país ya nadie le da nada y muchos le van quitando el espíritu, el conocimiento y la cartera.

1 comentario:

García Francés dijo...

D. Laslo, me maravilla su serenidad ante hechos tan apocalípticos como los que se nos vienen encima. Le admiro por ella. Y, evidentemente, coincido con usted en que nos resistiremos más bien poco.

Hoy es a los jóvenes a los que toca luchar, sin embargo, ya sé, usted va a llamarme de nuevo ingenuo y seguro que tiene razón.

Pero ellos son la única esperanza de rebeldía. Si las pizzas les han dejado intacto algo de corazón.

También agradezco que mencione las cuentas del Gran Capitán y la ignominia nazi de los campos de concentración. Son, usted como buen lector de mis novelas lo sabe, tema de alguno de mis libros. Cuando usted llega sopla una brisa que eleva el nivel. Gracias.

Un abrazo muy fuerte, amigo, y que Dios nos coja confesados.